SOLIDARIDAD, CHURROS Y COMUNIDAD
El pasado viernes se llevó adelante el Encuentro organizado por el Club de Madres.
La señora de abrigo gris subía y bajaba el puente de sus anteojos sobre la nariz para enfocar mejor los números, mientras por encima de los lentes chequeaba las filas de papelitos amarillos dispuestos sobre el mantel. A la voz del locutor, cerró los puños en señal de victoria, Indicio de que su mesa había obtenido un premio más.
Eran las siete de la tarde del séptimo día de julio y nadie en el Poli se acordaba ya de la lluvia o el frío. Restos de chocolate en las tazas con escudo del CMB más algún sanguchito o medialuna perdido en el mantel daban cuenta de lo que ya había pasado. Ahora, grandes y chicos, mamás, abuelas, papás, estaban atentos a los premios que iban anunciando ininterrumpidamente y que, a esa hora, alegraban a unos y decepcionaban a otros. -. Por uno, ¿me querés creer?. Tres números seguidos y no acierto por uno. Sólo por uno, se oía entre la multitud de chicos que se había separado de sus padres y sus mesas y habían armado un centro de verificación al pié del escenario.
Una vez más, la comunidad del Manuel Belgrano se dio cita para disfrutar de un sabroso chocolate con churros en el encuentro que año a año vienen organizando el Club de Madres junto a los Padrinos de Quitilipi, con el objeto de recaudar fondos para las Obras que el Colegio sostiene en las localidades de Tigre y Quitilipi, situadas en las provincias de Buenos Aires y el Chaco, respectivamente. Mientras las mesas se iban poblando de cosas ricas, el Hno. Teófilo dio la bienvenida y recordó que el Chocolate es una tradición que se viene renovando en el Colegio hace más de treinta años. Al unísono, alumnos del nivel secundario iban sirviendo las mesas y vendiendo rifas, siempre ataviados con una sonrisa y la mejor disposición.
A su turno, el Taller de Música supo, como de costumbre, dar la nota de color y canción al evento, aportando la alegría y el bullicio que caracteriza a dicha banda, dirigida por el profesor Gustavo.
Hace 200 años Marcelino Champagnat reunió a un grupo de Hermanos alrededor de una mesa en Lavalla, y desde allí dieron vida a un proyecto educativo que aún hoy late en nuestros corazones. Como comunidad marista del Manuel Belgrano seguimos renovando el ritual de sentarnos alrededor de una mesa para celebrar la vida. Como Marcelino; como Jesús.